El Dodo: Una crónica de la extinción Parte II
- Ignacio Loera
- Sep 17, 2024
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06/08/2024
Ignacio Moreira Loera
El 17 de septiembre de 1598 (Siglo XVI), cinco navíos alemanes, bajo las órdenes del almirante Van Warwyck, divisaron, en el horizonte oceánico-índico, una pequeña masa de tierra que yacía ante sus ojos. Los marineros, al pasar de tres días, habían atracado en la pequeña isla, a la cual, con el tiempo, bautizaron como Isla Mauricio. Lo que los colonizadores no sabían era que su presencia en aquella remota isla de origen volcánico llevaría a la extinción a una de las aves más famosas de la actualidad.
Hace menos de 10 millones de años, un ave perteneciente a la familia Columbidae — grupo que conforma a las actuales palomas y tórtola—, encontró en la isla Mauricio un ecosistema idóneo para reproducirse y subsistir. Fue a partir de estas criaturas aladas que se originó el mítico Dodo (Raphus cucullatus). Por miles de años, estas carismáticas aves habitaron los bosques de Mauricio y sus poblaciones proliferaron.
Al contrario de lo que su nombre indica (del portugués doudo “tonto”, “estúpido”) y las creencias populares, el Dodo era un ave perfectamente adaptada a su entorno, inclusive sobreviviendo a las fuertes y extremas sequías que azotaron, hace aproximadamente 4,300 años, a la isla Mauricio. Hoy en día, queda claro que fue una combinación de factores, como la cacería por parte del humano, la desmedida modificación de los ecosistemas, la deforestación y la introducción de especies invasoras, lo que llevó al Dodo a su prematura extinción.
Poco tiempo después de la llegada de los marineros, la isla se convirtió en una parada obligada para los navíos mercantes; con esto aumentó la presencia humana y por consiguiente la necesidad de obtener recursos y alimento; bajo estas circunstancias, el Dodo se convirtió en uno de los platillos principales de los nuevos pobladores. El ya mencionado almirante Van Warwyck mencionó, en uno de sus diarios, lo siguiente: “Estas (refiriéndose al Dodo), las solíamos llamar 'Walghvogel' (desabrido), ya que entre más tiempo y con más frecuencia se cocinasen, menos suave y más insípida se volvían para comer. Sin embargo, su barriga y pechuga eran de sabor agradable y fáciles de masticar”.
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