La Paloma Pasajera: Una crónica de la extinción.
- Ignacio Loera
- Oct 29, 2023
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23/10/2023
Ignacio Moreira Loera
El humano, a lo largo de su historia, ha llevado a cientos de especies al declive; sin embargo, existe una crónica especialmente particular, en mi opinión, el mayor ejemplo de las devastadoras consecuencias de la fuerza destructora del hombre y cómo, en tan solo lo que representaría una efímera vida humana, fuimos capaces de llevar a la extinción al animal vertebrado más abundante en la tierra.
En 1813, el naturalista y reconocido ornitólogo James Audubon, mientras viajaba por el estado de Kentucky, en los Estados Unidos, presenció el cielo oscurecerse ante él, como si un repentino eclipse hubiera bloqueado la luz del sol; sin embargo, no era un efecto astronómico, sino la migración de miles de millones de Palomas Pasajeras que surcaban los cielos por encima de su cabeza. Audubon relata en sus memorias, que los cielos, por más de 400 kilómetros cuadrados, permanecieron nublados por el pasar de estas aves cuya población se estimaba en unos 3 billones de ejemplares, siendo en ese entonces, la especie vertebrada más numerosa del planeta.
Sin embargo, el ornitólogo no fue el único en documentar este espectacular fenómeno. En mayo de 1850, Simon Pokagon, un joven líder tribal Potawatomi, acampando en el Río Manistee en Michigan, se percató de un sonido estruendoso, lo describió como si “un ejército de caballos cargados con cascabeles avanzara hacia mí a través de los profundos bosques”; no obstante, lo que Pokagon escuchó no fue un ejército, sino millones de Palomas Pasajeras que volaban en bandada hacia él.
Para 1897, ochenta y cuatro años después del gran avistamiento de Audubon, la Paloma Pasajera era ya tan rara, que el Instituto Smithsoniano, en Washington DC, ofrecía una recompensa a todos aquellos que llevasen un ejemplar con vida. El primero de septiembre de 1914, en el zoológico de Cincinnati, murió Martha, la última de estas palomas, llevándose consigo el relicto de lo que fue el ave más numerosa de Norte América y probablemente del mundo.
La destrucción del hábitat y la indiscriminada cacería fue lo que ocasionó el declive y extinción de esta especie. La Paloma Pasajera se había convertido en la base alimenticia de un Norte América en crecimiento, siendo la carne más barata encontrada en los mercados; por lo mismo, la cacería de esta ave se extendía por toda su ruta migratoria, un solo cazador profesional podía exterminar unas 5,000 palomas al día. En Petoskey, Michigan, un grupo de cazadores en menos de 24 horas mató aproximadamente 50,000 palomas para su venta y consumo. Con la expansión de las vías ferroviarias y el uso de la radio, los cazadores se comunicaban entre sí y se movilizaban rápidamente por tren siguiendo a las inmensas parvadas que cruzaban los Estados Unidos. La última gran matanza de esta ave se llevó a
cabo en 1896, cuando 250,000 especímenes fueron cazados y empacados para su transporte en ferrocarril; sin embargo, el tren se descarriló y los últimos ejemplares de la especie quedaron varados, para descomponerse bajo los rayos del sol que antes cubrían a su paso.
La Paloma Pasajera es solo uno de los tantos seres vivos que hemos llevado a la extinción, pero conocer su historia nos recuerda que somos los responsables de velar por la biodiversidad que se ve amenazada por la actividad humana, y que si no cuidamos de ella, nuestra generación podría ser la última en conocer a muchos de los animales que hoy se encuentran en grave peligro de desaparecer.
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