Las aves en Mesoamérica Parte 2
- Ignacio Loera
- Apr 23, 2024
- 2 min read
15/04/2024
Ignacio Moreira Loera
En mi columna anterior nos sumergimos en el mundo prehispánico mexicano, específicamente explorando el rol de las aves en la antigua Mesoamérica; tanto en la cultura y religión, como en sus expresiones artísticas. En este texto daremos conclusión a ese reconocimiento del mundo aviar precolombino.
Así como las artes pictóricas, la arquitectura mesoamericana también cuenta con múltiples manifestaciones aviares, por ejemplo: Los murales toltecas de piedra labrada en donde se pueden observar feroces rapaces devorando corazones (900 d.C. -1200 d.C.); una peculiar escultura huasteca de un hocofaisán; las famosas cabezas de piedra de Quetzalcóatl —serpiente de pluma hermosa— en el templo de Teotihuacán; así como las variadas imágenes talladas de penachos y plumas.
Para los mexicas, las aves también mantenían una relación ritualista vinculada con los sacrificios humanos. Durante las excavaciones aledañas al Templo Mayor, se encontró un Cuauhxicalli en forma de águila, este era un recipiente de gran tamaño tallado en piedra donde se colocaban los corazones extraídos del sacrificio humano.
Las aves también fueron un pilar fundamental en el comercio y la gastronomía precolombina. Plumas, carne, especímenes vivos y subproductos, eran vendidos a través de Mesoamérica, especialmente por los Aztecas, quienes en ocasiones “exportaban” a Aridoamérica. Las crónicas encontradas registran que, algunas culturas mesoamericanas, aprovechaban un total de 133 especies de aves como alimento (muchas de ellas específicamente criadas para el consumo), 37 como métodos de curación, 36 para el aprovechamiento de plumas, 36 especies como animales de compañía, entre otra gran variedad con fines de cetrería, comercio e inclusive como indicadores ambientales.
Aves como el zarapito pico largo (Numenius americanos), el vuelvepiedras rojizo (Arenaria interpes), el chipe amarillo (Setophaga petechia) y la codorniz de moctezuma (Cyrtonyx montezumae) son solo algunas de las decenas de especies aviares utilizadas como alimento en Mesoamérica. También eran comercializados y utilizados como alimento los huevos de pato y guajolote. Cortés, en sus Cartas de relación, narra su viaje al antiguo México y su llegada a Tenochtitlán, el conquistador relata —específicamente en su segunda carta— la venta de platillos preparados, entre ellos “pasteles de ave y de tortillas de huevo hechas”. (CORONA-M., Eduardo, Las aves en la historia natural novohispana, Colección Científica, INAH, México, 2002.)
Entre los diversos ejemplos de comercio aviar vivo, uno de los más interesantes es el de la Guacamaya Roja (Ara macao), esta especie, cuya distribución natural se extiende desde el sur de México hasta Sudamérica, era transportada y comercializada desde el meridional del ahora territorio mexiquense, hasta el suroeste de los Estados Unidos, en lo que ahora es Arizona y Nuevo México. Es de mencionar que estudios llevados a cabo por isótopos de estroncio y carbón-oxígeno (técnica utilizada para identificar la procedencia y desplazamiento geológico de restos arqueológicos) han demostrado que la mayoría de las guacamayas encontradas en el suroeste de lo que ahora es nuestro vecino del norte, fueron criadas allí mismo, pero a partir de especímenes transportados desde Mesoamérica, conectando, desde hace miles de años, a civilizaciones separadas por cientos de kilómetros de tierra salvaje.
Finalmente, llegamos al término de este viaje al pasado, en donde los seres emplumados fueron pilar de inmenso valor para antiguas civilizaciones, y cuya huella antropológica, seguirá develando intrigantes y sorprendentes misterios.
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